Desmembrados / Dismembered

Collages. Instalación / Collages. Installation/ 2013

 

Exploro la naturaleza de la impermanencia, la pérdida y los desplazamientos a los que nos enfrentamos los seres humanos en los procesos migratorios, tanto físicos como emocionales. Abordo esta problemática a través de aves migratorias que a diferencia de los seres humanos, siempre regresan a su lugar de origen. Dejamos nuestros territorios, pero nunca partimos mentalmente.

In these series of drawings I explore the nature of impermanence, loss and displacement that us as humans confront in the physical and emotional migratory processes. I tackle this issue through migratory birds, which contrary to humans, always return to their place of origin. Despite the fact that we leave our territories, we never mentally depart.

 

Volare
Texto escrito por Celeste Olalquiaga para la exposición En Ningún Lugar

Volamos en formación, como la punta de una flecha que apunta siempre hacia adelante, aún cuando sea para volver al mismo lugar. Verano e invierno determinan nuestros hogares, los cuales armamos y abandonamos en una renovación constante: nos arrullamos, empollamos los huevos, enseñamos a las crías a desplegar las alas y luego nos echamos al viento.
En nuestro tránsito aéreo sobre tierras y mares vamos semi-dormidos: un ojo cerrado, el otro abierto.
Desde lo alto, los paisajes cobran nuevas y extrañas fisonomías, cual si fueran restos de animales prehistóricos o visiones de otros planetas. El esqueleto del Gran Cañón, las patas de dragón de Los Andes, los hielos quebrados del Ártico. Las nubes amarillas y grises que cubren las urbes humanas, cuyo resplandor nocturno se confunde con el de las estrellas.
Nuestro destino es volar.
Los nidos son sólo pausas más o menos largas entre aterrizajes y despegues.
Volamos en formación, pero al llegar nos desbandamos. Hacemos vidas sedentarias, ocupados con rutinas cotidianas: comer, construir, dormir. Amar. Desplazarnos en unos cuantos batidos de ala de un árbol a otro, planear sobre el horizonte de las ciudades al atardecer.Cantar, chillar, graznear. Gorjear, trinar, ulular.
Olvidar por un tiempo que estamos solos.
Que los nidos son pasajeros. Que los hijos crecen y se van. Que hasta nuestro hermoso plumaje está constantemente cambiando, mudando, cayendo. Adorno de pechos y cabelleras, de variados sombreros.
Somos retazos de tiempo y espacio que coinciden en un cuerpo. El trazado de una pata, el color de un ala. Efímeros, pasajeros, fugaces, estamos hechos de fragmentos, unos visibles, otros escondidos tras la curva de la mirada, la garra del pico, la cola plateada. Inapresables, nos desdibujamos, una pata acá, un pedazo de ala allá. Rara vez totales, nunca completos.
Viajar es desplazarse entre tiempos. Nadie logra hacerlo impertérrito: siempre se deja alguien o algo, se pierde y se gana, se corre el riesgo de nunca volver. Al viajar, nuestras vidas se desintegran y recomponen, intentando reubicarse en el tránsito desde aquí hasta allá. Batimos las alas ferozmente para no caer en el olvido, impedir una desaparición gradual.
O, serenos, fluimos con los vientos, los ojos cerrados, dejándonos llevar por las corrientes, los acontecimientos, ese azar que a veces nos lleva lejos, muy lejos del hogar.
Atrás quedan los restos del tiempo y de los amores, como las rosas de los vientos, esas flores de piedra que las capas de arena forman lentamente en el desierto. Inmóviles, apenas imaginan lo que es levantar el vuelo, atravesar la barrera de la luz, perderse entre las nubes, mirar hacia abajo y ver al mundo reducirse, lejano, silencioso, ajeno.
Volamos en formación, convirtiéndonos en horizonte móvil que se pliega y despliega como las aves mecánicas de un comando mortal. Subimos, bajamos, recorremos selvas, planicies, continentes enteros. Al final de nuestra travesía encontramos, con suerte, una rama donde posarnos, una comunidad amiga. Entonces cerramos ambos ojos y soñamos.
Con océanos infinitos, ciudades de fuego, cerezos en flor.
Así, de sueño en sueño, transcurren nuestras vidas, hasta el día en que no despertamos, flotando en el vacío como hojas de papel.

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